jueves, 21 de julio de 2011

Los pasos de Elena

Elena va mirando pasar la vida por una ventanilla, parece que fuera hacia los confines invisibles. A ese fin del mundo del que se habla a veces.
Hubiese ido hasta el final de su propia vida, si supiese el camino.
Ella se disparó hacia el afuera de su cuarto, después de varios días de encierro, hacia el infinito Universo, hacia la calle.
Iba pensando después de media hora de recorrido que debería bajar, debería caminar. Pero su cuerpo parecía estar clavado al asiento como clavo en la madera.
Es tiempo de azahares, cuando los naranjos florecen, hasta los mas silvestres que están en las veredas se engalanan y perfuman el aire de la mañana.
Ve en una cuadra varios naranjos y decide bajar.
El chofer estaciona el remis, Elena paga y baja, camina sin prisa, siente su corazón como al galope y su cabeza como si estuviera completamente llena de algodón.
Los ojos abiertos parecen estar alertas pero están perdidos en la inmensidad de la nada. Miran hacia otros ojos como haciendo preguntas.
Transita derecho y para hacerlo toma de guía las baldozas como cuando era niña.
Pero levanta la vista seguido para no tropezar con destinos ajenos.
Lleva una cartera y botas negras, un piloto azul oscuro y una chalina color pastel rodea su cuello.
El día está nublado, gris, como Elena.
Se había peinado con los dedos su cabello corto y ondulado y no había querido maquillarse.
Cuando llega a un naranjo, se detiene a oler su perfume, le hace recordar al de su casa paterna, en el patio con la mesa de cemento.
Camina como diez cuadras, y llega, ahí estaba Clínica Santa Cecilia, dice un cartel. Abre la puerta algo pesada, de vidrio, y camina hacia la recepción, dobla a la derecha y continúa por un largo corredor, como sabiendo que todo comienza otra vez, es un día mas o es un día menos.
Empuja una puerta, camina hacia un sillón, tras un escritorio, se sienta lentamente y aparece Analía y le alcanza un vaso de agua.

- Dra. Elena, quiero decirle en nombre de todos mis compañeros que lamentamos muchísimo lo ocurrido a su esposo y estamos con Ud. y a su disposición para lo que necesite...etc...etc...etc.

Elena mira un retrato familiar que está sobre su escritorio, donde están sus hijos y su marido Esteban, no escucha las palabras sinceras de su secretaria, y solo piensa:

Porque me dejaste sola? Porqué lo hiciste?

Se levanta, apoya su frente en la ventana y cierra sus ojos mojados.

Si al menos me hubieses escuchado cuando te dije: "Las armas las carga el diablo"

FIN

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