sábado, 17 de diciembre de 2011

Brazos extendidos

Con una mochila gris y un bolso mediano llegó a Santa Marta al atardecer en un micro desde Buenos Aires.
Unas 9 horas de viaje la separaban a Ana de la rutina, del ruido, el tràfico y el hastío.
Buioquìmica de profesiòn, introvertida, y con mirada triste pero esperanzada, había llegado a este pequeño pueblo serrano a buscar descanso y tal vez un cambio en su vida.
A un mes de cumplir los 46,  el haber fracasado en dos intentos de pareja y no haber sido madre la llevaba por un camino de tristeza y baja autoestima.
Se hospedó en una casa que ofrecia habitaciones, regenteada por doña Carmen, una señora campechana, bastante desprolija en su aspecto pero muy amable y cariñosa con los pasajeros.
El cuarto daba a los fondos, por la ventana se veía un parral, una hilera de rosales contra una pared de ladrillos, un limonero y un ciruelo en flor.
Ana desarmó su bolso, se dio una rápida ducha y salió a hacer una  recorrida antes que la noche la sorprendiera.  El edificio municipal, una confitería en una esquina y un bar antiguo y con billares rodeaban,  mas algunos negocios de ropa y productos regionales, a la plaza tradicional del pueblo.
Cansada del viaje y la caminata, comiò unas frutas en su cuarto , se acostó y se durmiò rapidamente.
Despertó bien temprano recordando un sueño muy extraño, pero relacionado con Santa Marta.
Caminaba de la mano de un hombre alto y delgado con guardapolvo y los dos iban acercandose a un niño de unos tres años que estaba en la mitad de una calle solo y extendía sus brazos hacia ella como pidiendo que lo alzara. Y cuando iba a hacerlo, se despertó.
No podía recordar la cara del niño ni tampoco la del hombre que caminaba a su lado.
Desayunó en el comedor de Doña Carmen, solo ella estaba levantada, le sirvió un generoso desayuno con pan casero y manteca. Suficiente para empezar un día alquilando una bicicleta para llegar hasta el río.
Como a unas tres cuadras se detiene al ver el hospitalito o dispensario, y ve a un médico entrar en él que le parece conocido.
Se acerca, apoya la bicicleta en un arbol, y entra por un largo pasillo como buscándolo, pero no lo ve.
Encuentra a una enfermera y le pregunta por el médico, por su apellido

-Dr. Suarez, es el clinico srta, los números los dan adelante, tiene que hacer la cola.

Ana no recordaba ese apellido, pero creía haberlo visto en alguna parte.
Al salir mira hacia la ventana que daba a la calle y lo ve atendiendo, se queda observandolo, y él repara el ella y la mira y le sonríe.
Ana toma su bici, y sigue su camino.

Llega al río y pasa una mañana soleada y pacífica tomando ese sol tibio de primavera.

Cuando llega a la hostería se encuentra con doña Carmen desesperada llamando por telefono al dispensario pidiendo médico, Sabina, la empleada de limpieza de muchos años con ella, se había desmayado y estaba tirada en el piso de la cocina.
Ana se acercó, le tomo el pulso, y le dijo que estaba viva, pero no reaccionaba. Y se estaba desconpensando rapidamente.

- Sabina, despertá, volvé con nosotros, no te vayas ahora, por favor.
Doña Carmen sollozaba arrodillada junto a su fiel empleada.
- Ud. sabe si ella tenia algun problema cardíaco, algun antecedente que ud. recuerde.?
- No se, no se nada. Ella es sanita, y  el Juani la necesita. Sabina despertá por favor!!!
- Ahi llega el médico, tranquilicesé Carmen, todo va a estar bien.

Entra el Dr. Suarez, y luego de evaluarla decide internarla.
- Mire Carmen, ella me vino a ver hace un tiempo y le dije que tenia que hacerse unos estudios cardíacos, ya habia tenido varios episodios de importancia pero ella no me hizo caso. Esto es un infarto, Cármen.
- Doctorcito, se me va a morir?
- Vamos a hacer lo posible por Sabina, pero la cosa está fulera mi amiga.
- Dr. Suarez, soy buioquímica puedo ayudar en algo?
- Si quiere acompañarme nunca desprecio una ayuda en el hospitalito nuestro, siempre hace falta una mano mas. Vamos...

Sabina quedó internada  unas horas, se la medicó adecuadamente mientras se evaluaba la posibilidad de trasladarla a la capital de la pcia pero no superó el trance y falleció.
Ana fue la encargada de llamar a Carmen y darle la noticia y apareció al rato sosteniendo de la mano a un niño de unos 3 años al que llamaba Juani, el nieto de Sabina, al que ella criaba ya que su hija habia fallecido en el parto.
Fruto de un embarazo no deseado con un turista que jamas volvió a ver, María murio a los 19 años luego de nacer Juani por una hemorragia.
El chiquito sentado sobre la falda de su tía Carmen, como él le decía, tenía en su mano un autito descolorido el que apretaba contra si.
Ana lo miró y se le llenaron los ojos de lágrimas, no trató a Sabina, pero al ver ese pequeño tan dulce aferrado a Doña Carmen, no podía no emocionarse.
- Carmen, ella tenía algun otro familiar?
- No, no, estaba solita, enviudó hace unos años, y la Mary era su única hija. Le quedaba su nieto.
- Bueno vamos a tener que hablar de este tema cuando esté mas tranquila. Vamos a  hablar con una asistente social y un juez de menores. Pero mañana, vaya para su casa, llevese al niño con ud.
-Yo la acompaño, vamos, ya no podemos hacer nada aquí.
Le dijo Ana tomando al niño en sus brazos.

 Muy conmovida, le hizo un te de tilo a Carmen y llevó a su cuarto al pequeño, le mostraba desde la ventana unos pajaritos que se posaban en una baranda, de pronto Juani refregó su carita contra su hombro y ella se dio cuenta que tenía sueño.
Lo recostó en su cama, la miró sonriente y se quedó dormido rapidamente, lo tapó apenas y se sentó a su lado. No podìa dejar de mirarlo.

El tiempo ha pasado, Ana trabaja en el laboratorio del hospital, su amistad con el Dr. Daniel Suarez con el tiempo se tranformó en un romance, él divorciado, necesitaba una compañera pero no la buscaba, lo sorprendió el amor.
Y entre lo dos lucharon por que Ana lograra la tenencia de Juani, ya que ella nunca mas pudo separarse de él.
Y se gestó u n vínculo inalterable, único, se entienden con las miradas, y se alimentan con el amor mutuo.

Ana soñó con ellos dos, el amor y un niño desamparado han cambiado su vida para siempre en un pueblito serrano y pacífico. Un día una ruta la llevó a Santa Marta donde unos brazos extendidos la estaban esperando.

FIN

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