En la escalinata de la parroquia estaba siempre sentada por las tardes una mujer con una edad dificil de determinar, parecia vieja por su tez pero no tenia muchas canas, y su cabello siempre estaba atado.
Su atuendo negro estaba descolorido por el sol y los años pero parecía haber sido de un género de cierta calidad.
Ella pedía con su mano extendida despues de la misa vespertina, sus ojos eran claros y parecian llorosos.
De vez en cuando sonreía sobretodo si veía a un niño. Pero mayormente su gesto era triste y de cierta apatía.
Pocas personas se atrevían a hablarle. Pero llegando diciembre siempre hay algun ser caritativo o culposo de no haber reparado en ella durante todo el año que suele preguntar a gentes solitarias que haran en la Noche buena, si tendrán algun lugar para sentarse a comer rodeada de gente que le brinde cariño o contención.
--Señora, ya la he visto varias veces por acá. Donde pasa Ud. las noches?
- Porque me lo pregunta? Acaso me llevará a su casa?
- No se ofenda, disculpe, quisiera ayudarla a encontrar un lugar...
- Yo tengo donde dormir, una cama vieja, un techo, unas paredes despintadas.
- Y con quien pasará la Nochebuena?
- Y Ud. con quien la pasará?
- Con mi familia, mis hijos y nietos.
- A mi me acompañan mis recuerdos y algunas otras personas que como yo viven con sus recuerdos podrán venir a mi lugar.
- Y tendrán que comer?
- Para ello estoy pidiendo acá. para tener que comer.
- Bueno Sra. disculpe las preguntas Feliz Noche buena!
- Ud, también, Felicidades
Y sin darle una moneda se retiró enojada por la indiferencia, o quizas por la irreverencia de la Sra de negro.
Amelia De Palma, era actriz, una actriz de renombre, había trabajado en el San Martin, comenzando con pequeños papeles pero llegó a encabezar protagonizando clásicas obras en el prestigioso teatro.
Había estudiado con grandes maestros de actuación de su época. Había tenido una hija de soltera a la que llamó Laura.
Ella trabajó siempre para que Laura estuviera bien, y estudiara en buenos colegios.
El amor no le había dado muchas satisfacciones, fracasos, desencantos y lograr que un hombre la quisiera pero tambien aceptara a su hija no era facil.
Hasta que se enamoró de Antonio, un actor de no mucho talento pero agraciado en su aspecto que no dejaba escapar a una mujer bonita sin intentar conquistarla, y Amelia era atractiva y muy femenina.
Ya con Laurita en la preadolescencia se permitió enamorarse nuevamente.
Quiso pensar en su felicidad una vez mas.
Lo llevó a vivir a su casa ya que él un buen dia lo echaron del departamento que alquilaba.
Su casa no era grande, solo había dos habitaciones, en una dormía su hija y en la otra ella, y ahora también Antonio
El no conseguía trabajo, su mala fama de incumplidor en los horarios y cierta irreverencia no ayudaba demasiado.
Un día él comenzó a fijarse en Laura, y a escondidas de su madre, comenzó a hostigarla con manoseos y amenazas, hasta que una noche la violó en su cuarto, mientras Amelia estaba en plena funcion en el Cervantes, haciendo La dama de las camelias.
Pero Laura quiso defenderse y dejó arañado en los brazos y en su espalda a su agresor.
Pero no pudo contra la fuerza masculina y el miedo y logró violarla y lastimarla, pero cuando él se iba del cuarto, la joven que guardaba una cuchilla en un cajón, lo apuñaló certeramente en un pulmón y cayó al suelo.
Pero llorando pensó que su madre lo amaba y nunca la perdonaría, y con la poca fuerza que le quedaba se clavó la cuchilla en su pecho, y cayo al lado de él.
Amelia, vive de los recuerdos, de las obras clásicas, de los compañeros actores y de los premios recibidos.
Su casita vieja y despintada todavía tiene algunos muebles, y en un ropero de roble guarda atuendos de la época, con cierto olor a naftalina.
Pero ha borrado de su memoria la imagen de los dos cuerpos en el piso, porque a veces hay ciertas enfermedades ceniles que favorecen o alivianan el penar.
Ella mira fotos de su hija Laura y sonríe pero no recuerda porque no está, si fue al colegio y está por volver, o si ella misma la mandó a comprar algo al almacen de la esquina.
No hay fotos de Antonio, para ella no existió.
Solo sabe que a veces tiene hambre, entonces a la salida de la misa vespertina extiende su mano para recibir unas monedas y apenas sonríe. Y en Diciembre suele decir "Feliz Navidad"
FIN
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