domingo, 9 de agosto de 2015

Diluvia hasta en las emociones

La lluvia empapa los recuerdos, los alimenta, los hace crecer en la nostalgia, en la humedad de una lágrima, en lo profundo de una pena o en la remembranza de un momento feliz que hoy parece lejano en el tiempo. Se moja el extrañar, se humedece el abrazo perdido, y los besos que se han ido en alguna tormenta pasada y que no se parece a esta. Porque nada es igual, ni siquiera los diluvios, todos son distintos.
Una tormenta que nos sorprende corriendo de la mano de alguien que queremos, sorteando charcos.
O una lluvia mirada desde la ventana, pero de a dos, sosteniendo una taza de cafe caliente y reparador.
No es igual a una tormenta que te encuentra sola, y llena de recuerdos.

Y no deja de llover, y cuando parece que cesa, comienza otra vez, como los accesos de tos en una gripe.

Y pienso en esa gente que el agua le entró en sus casas, y mojó sus colchones, y frazadas, y flotan zapatillas, platos, cuadros, y cubiertos y lloran por lo que han perdido y no saben como recuperaran.

Entonces me siento estúpida y egoísta.

Y veo lo afortunada que soy que mi techo me cubra la dignidad, protegiéndome de una tormenta feroz que solo afecta mis emociones